Intento Intelectualoide

Frikez híbrida, desdeñada y otras cosas estúpidas (Pequeño espacio reservado para toda clase de engendros paranoides e intelectualoides que generen mis chilangas neuronas, con suerte se hallará algo coherente, no lo garantizo).

20060813

Escenas Mexicanas

En una antecocina que mezclaba las viejas glorias sesenteras con la decadencia moderna de una familia mexicana, se hallaban reunidas seis personas. La reunión era producto de la casualidad, sin embargo, se llevaba a cabo con el mayor secretismo posible. La comunicación entre las partes era calmada, sin alzar la voz, después de todo, nadie deseaba dar cuenta a Doña Argelita sobre el desarrollo del convivio.

Las razones sobraban, Doña Argelita tenía la personalidad de un delicioso caramelito envenenado: era adorable, astuta y manipuladora. No en vano, había logrado mantener a su lado y bajo su mando a su hija por un espacio de casi cuarenta años. Sus nietos la veneraban y sus amistades la estimaban, aunque conocían bien sus intrigas y artimañas.

Nadie la deseaba en la reunión porque era totalmente impredecible, en cualquier momento era capaz de lanzar un comentario ponzoñoso disfrazado de total inocencia, logrando una atmósfera de tensión e incomodidad imposible de reparar.

Las seis personas eran tres mocosos, la señora Ortiz y un par de jóvenes en los umbrales de la adultez, que por mera coincidencia resultaron amigos del menor de los chicos. Se trataban temas banales y trillados en la reunión, aunque cada uno tenía en mente sus propios asuntos.

Los tres escuincles superaban ya la década de existencia, pero eran aún demasiado jovenes para preocuparse por algo relevante en este mundo. Quizá el mayor de ellos, que a la sazón contaba con 15 primaveras cumplidas, comenzaba a divisar las imágenes turbias que representan el futuro de cada individuo, más los problemas típicos de la adolescencia irresponsable le agobiaban y le nublaban el juicio lo suficiente como para ignorar aquellos grises presagios.

La señora Ortiz era una mujer inteligente, capaz de tomar el mando de manera firme y solitaria cuando era requerido, que recién había logrado lo que pocas mujeres mexicanas de su generación pudo: se había revelado contra el orden social y los esterotipos impuestos a las mujeres de clase media. Paladeaba los aires de libertad que la hallaron tarde, pero en la plenitud de su vida.

El señor Ortiz se hallaba lejos de todo, en tierras poco conocidas en busca de una mejor posición para su familia. La crisis del 95 echó por tierra todo el esfuerzo que les había colocado en un escalón cómodo y privilegiado, lo cual generó toda clase de problemas que no veían la hora de terminar. Su figura distante era una constante inconsciente en la psique de toda su familia.

Los jóvenes llevaban la batuta, sabían aprovechar la sabiduría de la señora Ortiz tanto como la inocencia de sus hijos: Igual hacían preguntas sobre la experiencia de la vida a la señora, que asombraban a los niños con anécdotas interesantes sobre su propia vida, les contaban sobre misteriosas recetas capaces de tumbar a un caballo entre vapores etílicos y discutían sobre temas de interés general. Más parecía una plática de sobremesa que una reunión azarosa.

Finalmente el desenlace giró en torno a un corto diálogo entre los jóvenes, quienes se llamaban Omar y Esteban y eran primos entre sí.

Esteban le contaba a Omar sobre un extraño incidente que había presenciado.

-Te digo, güey, que yo los ví. Estaban ahí en la parada del camión frente al metro, besándose, te lo juro por mi madre.

- ¡Cabrón! En cuanto puedas me lo enseñas, que le voy a partir su madre y tú me vas a ayudar. Pero dime, ¿Estás seguro de que era mi hermana?

- Que sí, güey, o bueno, a lo mejor no eran, pero ella se parecía muchísimo a tu hermana y el tipo aquel se me hacía conocido.

- Ya estuvo bueno, le voy a partir su madre, ¿Qué se cree? ¡Es mi hermana!

Incrédula, la señora Ortiz se sintió obligada a intervenir.

- ¡Pero Omar, tu hermana ya tiene 21 años, ya está grande! Puede hacer todo lo que ella quiera, ¿Qué acaso tú si puedes tener novia y ella no?

-No, pues no, ¡ella es mi hermana!

- ¿Y todas las muchachas con las que has estado? ¿Ellas si pueden tener novio?

- Eso es diferente, es que ella es mi hermana.

- ¿Y qué?

- Pues que no, o sea, no, ella no puede tener novio, le voy a partir su madre.

La señora Ortiz hizo una mueca de incredulidad, pausa que aprovechó Esteban para recordarle algo a Omar.

- Güey, ya vámonos, ya se nos hizo tarde.

- Neta güey. Disculpe señora, y muchas gracias, pero nos esperan.

La señora Ortiz le contestó "Estás loco Omar, pero bueno, que se le va a hacer. Adiós, tengan cuidado"

Y cada quién se retiró a ejecutar alguna actividad diferente, alguna nueva distracción. Después de todo, la reunión tan solo había resultado ser un pequeño intermedio, una brisa de aire fresco en la monotonía y tensión de sus vidas. Pronto el destino les revelaría una noticia que quizá no fuera agradable, y ellos estaban bien conscientes de eso.

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